El origen

En un banquete que dió un noble de Tesalia llamado Scopas, el poeta Simónides de Ceos recitó un poema en honor de su anfitrión. El poema cantaba la generosidad de Scopas, la hospitalidad de su casa, la belleza de su señora, etc. Pero Simónides añadió unas estrofas en honor a Cástor y Pólux. Scopas le dijo que, ya que debía compartir la gloria con los gemelos sagrados, era justo que también compartiera los gastos: Simónides recibiría sólo la mitad de lo acordado y no había más que hablar. Poco más tarde, un criado anunció que dos hombres jóvenes querían hablar con el poeta y Simónides salió al jardín.
Cuando llegó, la inesperada visita se había esfumado pero, al volver, Simónides se encontró que el techo del palacio se había desplomado sobre los invitados, matando a todos en el acto. Los misteriosos jóvenes -Castor y Polux- habían pagado su mitad salvándo al poeta de una muerte segura.
Los cuerpos estaban tan destrozados que los familiares no encontraban la manera de distinguirlos para darles sepultura. Por suerte, Simónides pudo identificarlos uno por uno, recordando las posiciones en las que estaban sentados. Cicerón cuenta en su De oratore que, en ese preciso instante, nació el Arte de la Memoria, una disciplina prácticamente olvidada, pero que tuvo un lugar privilegiado en los orígenes de la cultura occidental. 
Simónides se dio cuenta de que la memoria y el espacio estaban fuertemente relacionados y concluyó que cualquier persona podría desarrollar su memoria aprendiendo a formar imágenes mentales de lo que quisiera recordar y colocándolas en un espacio arquitectónico, imaginario o real, de manera que su posición en dicho espacio marcaría el orden de los objetos y los conceptos asociados a ellos: a esto se llamó el método loci.

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